«EL ERROR DE ESPERT FUE NEGARME»: FRED MACHADO HABLÓ DESPUÉS DEL ESCÁNDALO

Sin-título-1

Su relación con Espert, a quien dice haber ayudado «por lástima». Denuncia tortura» de los agentes estadounidenses.

«No soy narco, soy un tipo que se equivocó». Así arranca Fred Machado su relato. Su voz suena entre la bronca y el cansancio. «Me convirtieron en radiactivo», insiste, convencido de que lo usaron para tapar una red más grande que mezcla aviones, dinero, política y justicia internacional.

Machado —empresario aeronáutico, argentino, con trayectoria en Estados Unidos y Centroamérica— habla como si necesitara limpiar el aire. Dice que está cansado de escuchar disparates. Quiere dejar las cosas claras: «Yo no fumé en mi vida, no tomé. Ya está. Apoyé a Espert, el tipo me negó… ¿qué querés que le haga?».

«Hicieron un personaje que no existe»

En la charla, Machado dispara sin pausa. «Hicieron un personaje que no existe, y eso aceleró mi causa. Es una locura.»

Su relato mezcla impotencia y desilusión. «Todo esto se volvió una bola de nieve que me afecta a mí. No es culpa mía que Espert me haya negado. Es un error, porque no fue un apoyo oculto ni millonario. Le presté un avión de un amigo, lo ayudé con unos mangos».

El contrato con Espert: «Lo hice por lástima»

La historia con José Luis Espert, el diputado liberal al que dice haber ayudado en sus inicios, sigue siendo uno de los puntos más explosivos.

«Él no miente cuando dice que hubo un contrato, lo hice en el 2019, es más de 200 mil dólares. Lo contraté como para darle una mano. La transferencia se hizo desde Aircraft Guarantly pero en 2020. Después vino la pandemia. Me llamó y me dijo: «vamos a retomar lo del trabajo este», y yo ya estaba con este problema porque empieza en septiembre del 2020. El tipo me dio lástima; no era el Espert de ahora, el de ‘cárcel o bala’. En ese momento me pareció un tipo macanudo, con una causa noble».

Machado niega haber financiado campañas millonarias. «No fueron millones. Hablan muchas tonterías. Lo ayudé con un contrato, con logística y algunos gastos. Nada más.»

«Yo movía mi plata por Aircraft Guaranty»

Su relato sobre el entramado financiero y aeronáutico es igual de vehemente. «Yo movía toda mi guita por Aircraft Guaranty», confiesa, aludiendo a la compañía estadounidense que terminó en el ojo de la tormenta tras la causa que involucró a su titular, Debra Mercer-Erwin.

Según él, la empresaria «no tenía idea» de lo que ocurría con los más de 1.500 aviones registrados bajo el sistema fiduciario del trust. Y suma una escena que —asegura— lo comprometió injustamente: «Había un video de un avión que aterrizó en la selva. Le mandé el link a Debra en chiste: ‘ese avión está en tu trust’. Cuando los agentes lo vieron, me lo usaron en contra».

Machado intenta explicar el engranaje técnico que, según él, se volvió contra su nombre: «En Estados Unidos comprás un avión y, si sos extranjero, lo registrás vía un trust. Es lo que tenía Debra», dice, en alusión a Aircraft Guaranty. «Es como cuando te compran un auto y te dicen: ‘ponelo a tu nombre’.»

A partir de allí dispara su hipótesis más polémica, dirigida a los investigadores: «A los agentes les dije: ustedes capturaron a Saddam Hussein; si quisieran, con un destructor en el Golfo de México ven todos los vuelos. Los estadounidenses detectan a 200 millas una pelota de golf, ¿cómo no iban a ver estos vuelos?». Según su descripción, «en Guatemala abrías un diario y caía un avión todas las semanas, de todo tamaño, muchos con matrícula venezolana». «Yo nunca conocí un narco en Guatemala, pese a que muchos la llamaban ‘narcoestado’», cierra.

Guatemala, Minas del Pueblo, Argentina Los Alpes y los agentes estadounidenses

Antes de que su nombre apareciera en expedientes y titulares, Machado había construido una vida entera alrededor de los aviones. «Yo tenía una empresa de aviación, siempre me dediqué a eso», recuerda. Empezó a trabajar a los 15 años en la herrería de su padre y, ya en Estados Unidos, hizo de todo: cargaba combustible, manejaba autos, organizaba tours, reparaba piezas. «Era una máquina de trabajar y creo que ese fue mi problema», admite.

Después de décadas de movimiento, dice haber llegado «con el bocho fundido» a Guatemala, donde buscó empezar de nuevo. Allí fundó un emprendimiento al que llamó Argentina Los Alpes, convencido —según su relato— de que había encontrado su lugar en el mundo. «La gente me adoptó, me recibieron con cariño; hasta hoy me escriben ‘patrón, ¿cómo estás?’ porque allá no existe el Estado», cuenta. Pero también recuerda que fue atacado con dureza por la prensa local. «Me pegaron más los sectores de izquierda que los de derecha. Yo les estaba dando de comer a más de 15 mil personas —comunidades indígenas— y aun así me destrozaron.»

El testimonio de un ex empleado de Minas del Pueblo

«Fred fue un ángel que Dios mandó», dice Elmer Orellana, ex responsable de logística en Minas del Pueblo, en el departamento de Tucurú. En diálogo con Agencia Noticias Argentinas, sostiene que el empresario «nunca le negó ayuda a nadie» y que «dio trabajo» a habitantes de siete comunidades —»más de 15 mil personas», según su cálculo—. «Acá había gente que comía una vez al día; con Fred hubo salarios quincenales y comercios que antes no existían.»

Orellana afirma que, además del empleo, Machado compró tierras a particulares para donarlas a familias de la zona y que financió una clínica, féretros y gastos funerarios cuando fue necesario. «Compró una bloquera para que tuviéramos casas de bloque; los inviernos acá son duros», aseguró a NA.

A la vez, admite que la planta nunca llegó a operar: «Se montaron estructuras y se hicieron pruebas, pero no se extrajo mineral. Cuando instalaron todo, ya no alcanzó el dinero y esto empezó a quebrar». En ese contexto señala a Iván Morales —presentado como representante legal— por «mala administración y dinero que no apareció». (Las acusaciones contra Morales surgen del testimonio de Orellana y este medio deja constancia de que ofrecerá su derecho a réplica.)

La avioneta en la pista de Minas del Pueblo y los rumores

«Yo sí escuché de eso y lo vi: había una avioneta y se usaba para trasladar personal de planta —muchos eran peruanos sin vehículo—. Nunca mandaron buses, por eso los movían en avioneta», contó Orellana a Agencia Noticias Argentinas. «Un día el tren delantero no abrió y aterrizó de panza; se arrastró y se quebraron las otras dos patas. La recogieron y la taparon, pero jamás escuché que bajaran ni que encontraran algo dentro. Aquí la gente es muy celosa con eso; yo nunca escuché nada raro.»

Extraído de: ÉPOCA

Share this content:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *